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  • El lápiz se reivindica en su día internacional

    Un útil de escritura con un singular encanto

    El pasado 30 de marzo, como cada año, se celebró el Día Internacional del Lápiz. Puede que muchas personas no conocieran que tal fecha se ha consolidado para semejante festejo, y puede incluso que algunos se sorprendieran al leer en la prensa que este utensilio fue inventado en el siglo XVIII, en Alemania. “¡Pues yo hubiera dicho que el bolígrafo ya estaba presente en las cuevas de Atapuerca!”.

    Es lógico pensar así, pero resulta  que no.

    Hemos crecido con él, hemos dibujado los primeros monigotes con él, nos hemos ilusionado cuando nos regalaban un juego por nuestro cumpleaños o como incentivo en la vuelta al cole. El lápiz forma parte de nuestras vidas, cierto, pero no siempre ha estado ahí. De hecho, pese a que no concebimos al ser humano sin la ayuda del lápiz, es un artículo de creación más o menos reciente. Más antiguo que la pluma estilográfica o el bolígrafo, pero mucho menos, por ejemplo, que la tinta (2500 a.C.) o el papel (s. II d.C).

    Pero si alguien duda de la importancia del lápiz, pensemos por un momento que el grafito no fue descubierto en 1564 en Cumberland, Inglaterra (¡Qué útil les resultó para marcar ovejas!) y que el ingeniero francés Nicolas-Jacques Conté y el carpintero austriaco Josef Hardmuth no le dieron un buen empuje a finales del siglo XVIII. Si esto no hubiera ocurrido, Lothar Faber no hubiera podido patentarlo en 1864 y los artistas del ancho mundo no hubieran podido dar rienda suelta a su creatividad con él. El mismísimo Van Gogh (casualmente nacido también el 30 de marzo) no hubiera satisfecho sus necesidades artísticas gracias a este pequeño utensilio del que era fervoroso usuario (dejó 1.600 dibujos hechos a lápiz). Tampoco el Premio Nobel de Literatura John Steinbeck hubiera podido redactar con tanto placer su famosa novela Al este del Edén ni Goethe escribir sus poemas y estudios científicos.

    Tampoco tendríamos los dibujos de un solo trazo de Picasso (los hacía sin levantar el lápiz del papel; es decir, sin la menor corrección) ni la obra de grandes artistas contemporáneos como Rodrigo Luff, Allen Williams o Wesley Burt, quienes defienden desde sus obras, en las mejores galerías de arte, que el lápiz y el carboncillo son mucho más que utensilios para realizar bocetos.

    Si no se hubiera inventado el lápiz, la alfabetización hubiera sido más difícil en algunas zonas pobres del planeta (recordemos que el lápiz no solo es un artículo humilde y económico sino que además es un todoterreno que escribe en cualquier situación, sin que le afecte la gravedad o las temperaturas extremas), y profesionales como carpinteros y sastres no podrían haberlo tenido de aliado. Por no hablar de todas esas personas incapaces de leer un libro sin subrayar con lápiz (fácil de borrar, si fuera necesario) las ideas más sugestivas.

    Por suerte, esta historia a la inversa no ocurrió, y podemos seguir disfrutando del lápiz, ese buen samaritano que lo da todo sin exigir casi nada a cambio, ese campeón de la escritura y el dibujo que es homenajeado por méritos propios cada 30 de marzo.

    Solo nos queda lamentar que nuestros lejanos antepasados de las cuevas no lo hubieran conocido para poder dibujar bisontes con él.

    Archivo: Escritura

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