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  • El poder de la agenda

    La agenda tradicional sigue siendo muy popular para “cuidar tu tiempo”

    El escritor y filósofo sueco Henri-Frédéric Amiel, autor del famoso “Diario íntimo”, dijo que “El orden es poder”, un pensamiento con el que todos estaremos más o menos de acuerdo. Precisamente porque el orden es tan necesario y evita que seamos esclavos del desbarajuste, en las sociedades avanzadas aprendemos desde muy pequeños a regularnos con una planificación mínima que facilite nuestro bienestar cotidiano.

    En los últimos años, por ejemplo, no faltan en las mochilas escolares la correspondiente agenda, a veces facilitada por las administraciones de cada comunidad, que posibilitan una interacción imprescindible entre los padres y los profesores. Es la mejor forma que tienen unos y otros de compartir información sobre cualquier contingencia con el uniforme, el bocadillo, los deberes, los horarios, todo consignado por días, lo cual acaba por convertirla en algo así como un diario de los primeros pasos en sociedad de los más pequeños.

    Por tanto, desde muy corta edad, el ser humano aprende a organizarse en la vida. No hacerlo, no guiarnos por estas valiosas páginas vitales, sería condenarnos al caos. No es de extrañar que este artículo económico, seductor y de tanta utilidad lleve con nosotros desde tiempos inmemoriales, prestando un servicio que vale su precio en oro.

    Y eso que, antes o después, todos hemos caído en la tentación de creernos lo suficientemente capacitados como para retener en la mente nuestros compromisos, o bien anotarlos en hojas sueltas que dejamos aquí y allá y que, a la larga, acaban por perderse y desbaratar, por ende, todo aquello que tenemos pendiente de hacer. Pero también antes o después, conscientes de que tenemos demasiadas cosas que gestionar, tendemos a retomar la clásica combinación agenda-bolígrafo para recuperar –recordemos a Amiel– el poder. Sí, el poder sobre nuestras propias vidas. Ese poder que da la buena organización.

    Si la agenda tiene un éxito asegurado es porque nos conecta con el mundo, con nuestro mundo, reduce los riesgos de olvidos, nos ayuda a planificar el presente más cercano y un futuro a medio plazo, y nos otorga paz y bienestar.
    Llevarla en el bolso, la mochila, la cartera del ordenador o incluso en la guantera del coche nos transmite seguridad y confianza.

    El ciudadano sigue demandando la agenda como compañera de viaje para el día a día, y los fabricantes, en correspondencia, ofertan modelos cada vez más atractivos. Es fácil encontrar agendas clásicas o modernas, encuadernadas en espiral o en formato libro, para zurdos, para ejecutivos, para colegiales o para profesores, decoradas con los iconos culturales del momento o minimalistas…

    Es obvio que a quien no se apoya en una agenda le va a resultar más difícil tener el control cotidiano de su vida.

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