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  • Cartas manuscritas en la era digital

    Hasta hace pocos años, cuando alguien deseaba enviar una carta, escribía el texto a mano, lo ponía en un sobre, le pegaba un sello, anotaba la dirección del destinatario, buscaba un buzón o una estafeta de correos y la enviaba. Este ha sido el procedimiento tradicional de correspondencia hasta la llegada, bastante reciente, del correo electrónico.

    Muchos de nosotros hemos vivido la experiencia de recibir cartas familiares o de amigos, tarjetas navideñas, postales de vacaciones, etc. Pero con el advenimiento de la era digital y con la mensajería electrónica, todo esto parece ya cosa del pasado. Tal vez usted sea de los muchos que las únicas cartas en papel que recibe sean las del banco, y ni siquiera están escritas a mano.

    Parece que el auge de los sistemas de correo y mensajería electrónicos han borrado de la historia las cartas manuscritas. La rapidez y economía de estas herramientas, que permiten hacer llegar cualquier mensaje a cualquier rincón del mundo para que sea recibido casi al instante, se han popularizado en todas partes y entre todas edades y grupos sociales. Tanto si se trata de un breve mensaje, de la convocatoria de una junta, de un comunicado interno, de una reunión de la comunidad de vecinos o de una felicitación de aniversario –entre muchísimos ejemplos posibles–, no hay nada más práctico que emplear los medios digitales y la mensajería electrónica.

    Sin duda la telemática nos ha proporcionado herramientas muy prácticas y útiles para la vida cotidiana y profesional, como el correo y la mensajería electrónicas o los procesadores de texto. Pero quizá hemos perdido por el camino algo que merece la pena conservar…

    La persona que recibe una carta por correo convencional recibe mucho más que su contenido: la sorpresa y, en muchos casos, la ilusión de encontrar un sobre en el buzón, rasgarlo con un abrecartas, leer y releer su contenido, clasificarla y guardarla. Se trata de experiencias y emociones que creíamos olvidadas.

    Escribir una carta a mano es muy distinto a teclear, porque implica pensar y repensar lo que se va a escribir, porque se hace de forma más pausada y porque se trata de una experiencia sensorial múltiple, en la que intervienen la vista, los movimientos sinuosos de la mano, el trazo caligráfico y el tacto con el papel. Además, cada caligrafía es única y, para algunas personas, es una expresión de la personalidad del autor.

    Para el destinatario, recibir una carta manuscrita en su correspondiente sobre tiene siempre algo de sorpresa, que no se desvela hasta que se rasga el sobre y se lee, siempre con atención, el contenido de la misiva. Además, según el sobre en el que nos llega la carta, el tipo de papel en el que se ha escrito el texto y el contenido de éste, podemos hacer elucubraciones sobre la persona que la escribió, su estado de ánimo o su gusto estético. Definitivamente, no es lo mismo escribir cuatro líneas por correo electrónico y pulsar el botón de “enviar” que el ritual de escribir manualmente y mandar una carta del modo tradicional.

    El gusto por la caligrafía y por la escritura manual es todavía minoritario en nuestra sociedad, pero se extiende poco a poco como un signo de distinción y, además, ha hecho florecer la artesanía del papel, el arte gráfico y la variedad de instrumentos de escritura. De entre los elementos que componen una carta manuscrita, podemos destacar:

    • El papel de escribir: Sus cualidades (color, gramaje, textura, formato, etc.) pueden transmitir emociones y significados muy distintos: desde un elegante y grueso papel marfil de alta calidad a un delicado y perfumado color lavanda, el ligero papel para la correspondencia vía avión, la textura del papel artesanal, las hojas con la cabecera de la empresa… cualquiera de estas variedades de papel es una opción válida y atractiva según cada circunstancia.
    • El sobre: Disponible también en una gran variedad de estilos, suele hacer juego con el papel interior. El sobre tiene una función de “representativa” del remitente, ya que su tipo y tamaño, el logotipo corporativo, la calidad del papel, etc. proporcionan una gran cantidad de información al destinatario.
    • El instrumento de escritura: La pluma estilográfica y el bolígrafo son los que más se utilizan, aunque también es posible escribir con lápiz o rotulador. En algunos tipos de escritura, como la caligrafía oriental, es común el uso de otros medios, como tinta y pinceles.

    El mundo de la escritura manual, del papel y de los instrumentos de escritura es tan variado como sugerente. Los productos existentes en el mercado nos permiten elegir la combinación que más nos convenga y definir un estilo único. Desde el partidario del papel de escribir grueso y de alta calidad y de la pluma, hasta quien escribe siempre con un bolígrafo sobrio en cualquier tipo de hojas, pasando por el partidario de los cuadernos grandes y con márgenes amplios o la persona que disfruta comprando juegos de papelería de fantasía con motivos artísticos… Cualquier elección es válida y se puede satisfacer con productos habituales en el mercado.

    Pero escribir a mano, además de una afición con un componente artístico, también tiene otras ventajas. Según un estudio realizado por investigadores de Noruega y Francia, escribir a mano estimula las capacidades neuronales más complejas y ejercita el cerebro en mayor medida que hacerlo con un teclado. Es como si el mismo acto de trazar los caracteres contribuyera a expresar gráficamente nuestros pensamientos sobre una hoja de papel.

    No es raro que muchos escritores actuales sigan utilizando papel y bolígrafo para crear sus obras, ya que parece que la mano se adecua más al ritmo de los pensamientos creativos que el uso del teclado. Otras personas, incluso aquellas que hacen un uso intenso de los medios actuales, han recuperado el placer antiguo de la escritura, porque saben que los resultados son más personales y expresan mejor la forma de ser individual. No es extraño, pues, que en plena era digital los útiles para escritura sigan teniendo éxito.

    Archivo: Escritura

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